Después nos tomamos un trencito hasta la entrada de la pasarela de Garganta del Diablo.
Camino a la Garganta, vimos un yacaré durmiendo, un bagre tamaño baño, varias urracas con penachos negros y varias tortugas acuáticas, que tomaban sol en los pilotes (la frase del día fue la de una señora, acodada a la baranda gritándole a su compañera detrás nuestro: "¡Mirá Porota qué cacho de tortuga!")
De la Garganta del Diablo nos quedó sólo esta foto, porque de cerca es imposible capturar más que parcialmente la caída y las panorámicas que intenté me quedaron bastante impresentables...
Pero de más está decir que es intimidante la Garganta, completamente sobrecogedora.
Para volver nos llevaron en otro gomón, pero este sólo impulsado por la suave corriente y el remo de un guía que nos fue señalando a un yacaré, dos monos capuchinos que se cruzaron de costa a costa sobre nuestras cabezas por las ramas de los árboles y un par de tucanes en un atardecer idílico.
Ya en el camino de regreso nos cruzamos con una familia de monos capuchinos que comían los frutos amarillos de un árbol, pude enganchar a uno solo:
Y casi antes de salir del Parque Nacional vimos a este simpático bichito, que para mí no es más que un simple y común cuis, de los mismos que vemos acá en las bardas, pero para Caro es no sé qué tipo de tapir pequeño, se levantan apuestas.
Cenamos en un Pizza Hut (sí, ya sé, pero la tentación de volver a hincarle el diente a una de esas pizzas fue demasiado) y nos fuimos a dormir temprano, que al otro día teníamos que visitar las mismas Cataratas, pero desde el otro lado.
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